Paz y Bien

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jueves, 7 de octubre de 2010

Octubre 7: Nuestra Señora del Rosario.


EL ROSARIO.
El Rosario se remonta a tiempos remotos. Es la devoción mariana por excelencia, la más popular y la más querida al corazón de María. Ella misma la recomendó a Santo Domingo de Guzmán, presentándola como medio eficaz para conservar y acrecentar la fe, para disipar los errores, para una vida más evangélica. En recientes apariciones en Fátima, Lourdes, La Salette y en otros lugares, la Virgen se mostró con la corona en la mano, recomendó su recitación frecuente y afirmó que esta devoción le es muy agradable.
En 1917 en Fátima se apareció 6 veces a Lucía, Jacinta y Francisco, prometió muchas gracias si recitaban todos los días el Rosario. En la última aparición del 13 de octubre exclamó: “Yo soy la Virgen del Rosario”.
En el Rosario se reúnen los méritos de la oración vocal y mental, la meditación de los hechos evangélicos más sobresalientes de la vida de Jesús y María, por medio de los cuales se cumplió nuestra redención. Son las verdades principales de nuestra fe, las profesadas en el Credo, son las promesas más gloriosas que nos esperan. Los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos despiertan la fe, son escuela de virtudes, motivo de esperanza y alimento de caridad. Recordamos el gran amor de Jesús y María por la humanidad pecadora y su ardiente deseo de que todos los hombres se salven. En boca de los devotos, las tres series de misterios del Rosario se llaman “Salterio”, lo cual nos puede dar una idea sobre su relación con la oración oficial de la Iglesia, la Liturgia de las Horas. Puede considerarse como la Liturgia de las Horas de los pobres.
 
LA CORONA FRANCISCANA
Otra bella devoción mariana que se ha desarrollado en el seno de la Orden Seráfica es la corona Franciscana de las siete alegrías de la Santísima Virgen.
En 1442, en tiempos de San Bernardino de Siena, se difundió la noticia de una aparición de la Virgen a un novicio franciscano. Este desde niño, tenía la costumbre de ofrecer a la bienaventurada Virgen una corona de rosas. Cuando ingresó entre los Hermanos Menores, su mayor dolor fue el no poder seguir ofreciendo a la Santísima Virgen esta ofrenda de flores. Su angustia llegó a tal punto, que decidió abandonar la Orden Seráfica. La Virgen se le apareció para consolarlo y le indicó otra ofrenda diaria que le sería muy agradable. Le sugirió recitar cada día siete décadas de Ave Marías intercaladas con la meditación de siete misterios gozosos que ella vivió en su existencia. De esta manera tuvo origen la corona Franciscana, Rosario de las siete alegrías.
San Bernardino de Siena fue uno de los primeros en practicar y difundir esta devoción, que para él era fuente de grandes favores. Un día mientras recitaba esta corona se le apareció la Santísima Virgen y con inefable dulzura le dijo: “Esta devoción me es muy agradable. Para recompensarte te he obtenido de mi Hijo Jesús el predicar con fruto la palabra de Dios y te doy milagros para convertir a los pecadores. Si perseveras en esta santa práctica, te prometo hacerte partícipe de mi felicidad en el paraíso”. La corona franciscana medita los siete gozos de María: la anunciación, la visita a santa Isabel, el nacimiento de Jesús en Belén, la adoración de los Magos, la presentación de Jesús en el templo y la manifestación de su divinidad entre los doctores del templo, la resurrección de Jesús y su aparición a la Virgen, la venida del Espíritu Santo, la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo, y la coronación de María como reina del cielo y de la tierra, medianera de gracias, madre de la Iglesia y soberana del Universo.

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