Paz y Bien

Paz y Bien

martes, 28 de septiembre de 2010

3-de Octubre. Fecha importante para los Franciscanos.

Tránsito de San Francisco de Asís. Asís, octubre 3 de 1226.

Francisco, hijo de Pedro Bernardone y de doña Pica, nació en Asís en 1181 o 1182. Después de una juventud descuidada, a la edad de 24 años, en la iglesita de San Damián, oyó la invitación de Cristo que lo llamaba a seguirlo y a reparar su casa. Renunció entonces a todas las cosas terrenas para adherirse solamente a Dios y desde entonces no tuvo otra preocupación que “vivir según la norma del Santo Evangelio, en obediencia, pobreza y castidad”, imitando en todo a Cristo pobre y humilde.
Unido a algunos compañeros, dio comienzo a una nueva Orden religiosa en 1209, que por humildad llamó “Orden de los Hermanos Menores”, y se estableció primero en Rivotorto y luego en Santa María de los Angeles. Para sus Hermanos escribió una Regla que fue después aprobada por el papa Honorio III en 1223.
Francisco y sus hermanos fueron por todas partes a predicar el evangelio en los países cristianos y en los de infieles con palabras simples, pero eficaces y sobre todo con el ejemplo de su vida santa. Fundó también una segunda Orden, llamada de las “Damas Pobres” o de las “Clarisas” y una Tercera Orden para aquellos que viven en el mundo. Dos años antes de su muerte, en el monte Alvernia recibió de Cristo el sumo privilegio de los estigmas, que lo hizo conforme al Crucificado también en su cuerpo.
Murió en Santa María de los Angeles, acostado sobre la desnuda tierra, la tarde del 3 de octubre de 1226. La enfermedad, que se había manifestado algún tiempo antes, iba agravándose. Fue llamado meser Bongiovanni, valiente médico de Arezzo, a quien preguntó: “¿Qué te parece esta mi enfermedad?” El médico, con expresión sibilina, le respondió: “Animo, vamos, hermano bendito, curarás por la gracia del Señor!”. Pero San Francisco no se dejaba ilusionar con mentiras piadosas: “Dime la verdad. No soy tan pusilánime como para temer la muerte, que la deseo ardientemente!”. Entonces el médico le dijo: “Padre Francisco, según la ciencia tu enfermedad es incurable y creo que hacia fines de septiembre o hacia el 4 de octubre morirás!”. Entonces Francisco exclamó: “Bienvenida, mi hermana muerte!”.
De Asís, donde había obtenido la reconciliación del obispo con el podestá se hizo llevar a Santa María de los Angeles. En mitad de camino se hizo colocar de cara a Asís y bendijo a la ciudad, luego el cortejo continuó hasta la Porciúncula, donde se hizo tender desnudo sobre la desnuda tierra y se hizo cantar por los caballeros de la mesa redonda el cántico de las criaturas, al cual añadió la alabanza de “nuestra hermana la muerte corporal”. El sábado 3 de octubre de 1226 las condiciones de salud empeoraron, y hacia el atardecer, sintiéndose morir entonó el salmo que comienza: “A voz en grito clamo al Señor”, y lo prosiguió cantando hasta el fin. A las palabras: “Sácame de la prisión...”, la hermana muerte le apagó la voz.


MARCO NAVARRO 

domingo, 19 de septiembre de 2010

Septiembre 19: Beato Francisco de Santa Marta. Sacerdote y mártir en el Japón, de la Primera Orden († 1627). Beatificado el 7 de julio de 1867 por Pío IX.

Francisco de Santa Marta, mártir en el Japón, es nativo de Alvernajo, cerca de Toledo, España. Siendo joven fue admitido en la Orden de los Hermanos Menores, donde fue admirado por sus cohermanos a causa de sus virtudes y su inteligencia. El amor de Dios y de las almas lo movió a ofrecerse como misionero para dedicar su vida a la conversión de los infieles. En 1623 junto con el franciscano mejicano Bartolomé Laurel llegó al Japón, donde desarrolló una dinámica actividad apostólica. Tuvo la fortuna de encontrar un óptimo catequista a quien en la cárcel podría luego recibir en la Orden de los Hermanos Menores en calidad de hermano, y que luego también lo acompañaría en el martirio: el Beato Antonio de San Francisco.
Francisco de Santa Marta pudo realizar un inmenso trabajo con su valeroso catequista, siempre lleno de celo, de valor y de espléndidas iniciativas, asiduo en la asistencia a los enfermos. Con otros terciarios bien formados espiritualmente, tuvo la alegría de bautizar muchos paganos.
Un día en Nagasaki era huésped del terciario Gaspar Vaz junto con el Fray Bartolomé Laurel y algunos terciarios, cuando un grupo de guardias irrumpieron en la casa y arrestaron a los dos religiosos, seis terciarios, a Gaspar Vaz y María su mujer.
Mientras eran conducidos a la prisión encadenados, un joven japonés se enfrentó con valor al gobernador para reprocharle su crueldad y ofrecerse a morir con su maestro, fue recibido por éste en la Primera Orden y alcanzó da gracia del martirio: Fray Antonio de San Francisco.
El Beato Francisco, después de indecibles sufrimientos, sostenido e iluminado por la fe y la esperanza del cielo, fue quemado vivo el 16 de agosto de 1627 en Nagasaki, en la Santa Colina.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Santoral Franciscano 18-Septiembre

 San José de Cupertino. Sacerdote de la Primera Orden (1603‑1663). Canonizado por Clemente XIII el 16 de julio de 1767.

José nació en Cupertino (Lecce), en la Apulia, el 17 de junio de 1603, hijo de Félix Desa y Franceschina Panaca. Su familia era humilde, pobre y honrada. Fue educado por su madre y creció en un ambiente sano. Curado milagrosamente por intercesión de la Virgen de una grave y prolongada enfermedad, se consagró por entero a la piedad y a la virtud. Para mejor unirse a Dios pidió ser admitido entre los Hermanos Menores Conventuales. Rechazado una primera vez porque era “bueno para nada”, intentó entre los Capuchinos con igual resultado. Preocupaba su poquedad intelectual y su extraña vida espiritual salpicada de éxtasis y fenómenos extraordinarios. Tanto insistió, que finalmente fue readmitido entre los Hermanos Menores Conventuales como hermano no clérigo. Pero pronto se hicieron evidentes en él los dones de gracia y profunda penetración de los misterios de Dios, y así, en pocos años se planteó el sacerdocio. Fray José quería ser sacerdote. Con gran insistencia convenció a los superiores para que lo admitieran en el seminario. Estudió con empeño durante años, pero al final, de la Sagrada Escritura sabía comentar sólo una frase. En el examen de diácono el obispo abrió el libro del Evangelio y leyó precisamente aquella frase, a la cual respondió con soltura, y fue promovido. Quedaba otro examen mucho más exigente, para el sacerdocio. Los compañeros que lo precedieron respondieron tan bien, que el obispo los promovió a todos en masa.
De sacerdote creció su devoción. Su vida cambió radicalmente: piedad, mortificaciones y penitencias, rigurosos y prolongados ayunos, obediencia ciega, leía en lo íntimo de los corazones. Su Misa era el encuentro de una importancia extraordinaria con el Señor. Entre la gente era inagotable su caridad y su consejo era buscado por muchos. Cultivó la pureza y la devoción a la Santísima Virgen. Por sus frecuentes éxtasis con el fenómenod e la levitación, fue llamado “el Santo de los vuelos”. Precisamente este don sobrenatural fue para él fuente de infinitos sufrimientos por parte de cohermanos y eclesiásticos: cambios de residencia, prohibiciones, sospechas. Citado por la Inquisición a Nápoles, sorprendió a los inquisidores del Santo Oficio por la firmeza de su fe y la seguridad de su doctrina, y delante de los mismos se repitieron sus éxtasis y sus vuelos. Se concluyó que no había ninguna clase de simulación, y se reconoció un signo claro de la intervención divina. Varias veces demostró su humildad y obediencia heroicas. El ministro general de la Orden, antes desconfiado, quedó conquistado por él. Cuando lo presentó al papa Urbano VIII, el Santo se sumió en un profundo éxtasis, lo cual impresionó grandemente a toda la corte pontificia. Pero para evitar fantismos populares, fue trasladado al Sacro Convento de Asís, donde permaneció 14 años, y se siguieron sucediendo los éxtasis y levitaciones. Después de un breve período de aislamiento en un convento de los capuchinos, por intervención de Alejandro VII fue enviado nuevamente entre sus cohermanos al convento de Osimo (Ancona), donde murió.
Se distinguió por una gran austeridad de vida e intenso espíritu de oración. Su vida está marcada por extraordinarios éxtasis. Por la exuberancia de los carismas celestiales, a menudo debió cambiar de convento para evitar los fanatismos populares, pero siempre brillaron en él la humildad y la obediencia incondicional.
A lo largo de toda su vida pasó de un lugar a otro: Roma, Asís, Fossombrone, Pietrarubbia... Cuando querían volverlo a trasladar a Asís, el Papa se opuso: “Para Asís basta San Francisco!”. Es llamado “el Santo de los vuelos”, porque con frecuencia se le vio elevado en éxtasis. Murió en Osimo en las Marcas el 18 de septiembre de 1663, a los 60 años de edad. Los estudiantes lo invocan como benévolo protector en los estudios y en los exámenes.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Estigmatización de San Francisco de Asis


                                           La estigmatización de san Francisco de Asis


Cierta mañana de un día próximo a la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, mientras oraba en uno delos flancos del monte, vio bajar de lo más alto del cielo a un serafín que tenia seis alas tan igneas como resplandecientes. en vuelo rapidisimo avanzó hacia el lugar donde se encontraba el varón de Dios, deteniéndose en el aire. Apareció entre la alas la efigie de un hombre crucificado, cuyas manos y pies estaban extendidos a modo de cruz y clavados a ella. Dos alas se alzaban sobre la cabeza, dos se extendían para volar y las otras dos restantes cubrían todo su cuerpo.
Ante tal aparición quedó lleno de estupor el Santo. Se alegraba con aquella graciosa mirada con que se veía contemplado por Cristo bajo la mirada de un serafin.
Estaba sumamente admirado ante una visión tan misteriosa. Por fin el Señor le dio a entender que aquella visión le había sido presentada para que el amigo de Cristo supiera de antemano que habia de ser transformado totalmente en la imagen de Cristo crucificao no por el martirio de la carne, sino por el incendio de su espíritu. Así sucedió, porque al desaparecer la visión dejó en su corazón un ardor maravilloso, y no fue menos maravillosa la efigie de las señales que imprimió en su carne.
Al instante comenzaron a aparecer en sus manos y pies las señales de los clavos, asi también el costdo derecho escondóa una roja cicatriz_como si hubiera sid traspasado por una lanza_ de la cual manama frecuentemente sangre sagrada.

Javier Floria

jueves, 2 de septiembre de 2010

Arzobispo de Zaragoza

Ayer miécoles tuve la suerte de conocer al Arzobispo de Zaragoza. Al verlo, su gran sencillez me sorprendió. Era una persona intelectualmente brillante y con un gran don de gentes. Conectamos enseguida.
Se le veía cansado, y viendo su agenda observé lo que trabaja su Eminencia.
Yo pensaba que no tendría tanto trabajo, pero era algo superior. Tenía la agenda repleta como un ministro.
Ha sido una gran experiencia y un honor para mi conocer al Arzobispo de Zaragoza y tenemos suerte de tenerlo en Zaragoza.Al despedirme, me dió un entrañable abrazo a lo cual le dije: Le puedo besar el anillo? y me contesto: Por supuesto hermano.
Le regalé un rosario franciscano y una Cruz de San Damián, a él y su secretario ( Gonzalo) y le encanto.

Rezaré por él, porque se lo merece.

Paz y bien


MARCO NAVARRO