Paz y Bien

Paz y Bien

sábado, 18 de septiembre de 2010

Santoral Franciscano 18-Septiembre

 San José de Cupertino. Sacerdote de la Primera Orden (1603‑1663). Canonizado por Clemente XIII el 16 de julio de 1767.

José nació en Cupertino (Lecce), en la Apulia, el 17 de junio de 1603, hijo de Félix Desa y Franceschina Panaca. Su familia era humilde, pobre y honrada. Fue educado por su madre y creció en un ambiente sano. Curado milagrosamente por intercesión de la Virgen de una grave y prolongada enfermedad, se consagró por entero a la piedad y a la virtud. Para mejor unirse a Dios pidió ser admitido entre los Hermanos Menores Conventuales. Rechazado una primera vez porque era “bueno para nada”, intentó entre los Capuchinos con igual resultado. Preocupaba su poquedad intelectual y su extraña vida espiritual salpicada de éxtasis y fenómenos extraordinarios. Tanto insistió, que finalmente fue readmitido entre los Hermanos Menores Conventuales como hermano no clérigo. Pero pronto se hicieron evidentes en él los dones de gracia y profunda penetración de los misterios de Dios, y así, en pocos años se planteó el sacerdocio. Fray José quería ser sacerdote. Con gran insistencia convenció a los superiores para que lo admitieran en el seminario. Estudió con empeño durante años, pero al final, de la Sagrada Escritura sabía comentar sólo una frase. En el examen de diácono el obispo abrió el libro del Evangelio y leyó precisamente aquella frase, a la cual respondió con soltura, y fue promovido. Quedaba otro examen mucho más exigente, para el sacerdocio. Los compañeros que lo precedieron respondieron tan bien, que el obispo los promovió a todos en masa.
De sacerdote creció su devoción. Su vida cambió radicalmente: piedad, mortificaciones y penitencias, rigurosos y prolongados ayunos, obediencia ciega, leía en lo íntimo de los corazones. Su Misa era el encuentro de una importancia extraordinaria con el Señor. Entre la gente era inagotable su caridad y su consejo era buscado por muchos. Cultivó la pureza y la devoción a la Santísima Virgen. Por sus frecuentes éxtasis con el fenómenod e la levitación, fue llamado “el Santo de los vuelos”. Precisamente este don sobrenatural fue para él fuente de infinitos sufrimientos por parte de cohermanos y eclesiásticos: cambios de residencia, prohibiciones, sospechas. Citado por la Inquisición a Nápoles, sorprendió a los inquisidores del Santo Oficio por la firmeza de su fe y la seguridad de su doctrina, y delante de los mismos se repitieron sus éxtasis y sus vuelos. Se concluyó que no había ninguna clase de simulación, y se reconoció un signo claro de la intervención divina. Varias veces demostró su humildad y obediencia heroicas. El ministro general de la Orden, antes desconfiado, quedó conquistado por él. Cuando lo presentó al papa Urbano VIII, el Santo se sumió en un profundo éxtasis, lo cual impresionó grandemente a toda la corte pontificia. Pero para evitar fantismos populares, fue trasladado al Sacro Convento de Asís, donde permaneció 14 años, y se siguieron sucediendo los éxtasis y levitaciones. Después de un breve período de aislamiento en un convento de los capuchinos, por intervención de Alejandro VII fue enviado nuevamente entre sus cohermanos al convento de Osimo (Ancona), donde murió.
Se distinguió por una gran austeridad de vida e intenso espíritu de oración. Su vida está marcada por extraordinarios éxtasis. Por la exuberancia de los carismas celestiales, a menudo debió cambiar de convento para evitar los fanatismos populares, pero siempre brillaron en él la humildad y la obediencia incondicional.
A lo largo de toda su vida pasó de un lugar a otro: Roma, Asís, Fossombrone, Pietrarubbia... Cuando querían volverlo a trasladar a Asís, el Papa se opuso: “Para Asís basta San Francisco!”. Es llamado “el Santo de los vuelos”, porque con frecuencia se le vio elevado en éxtasis. Murió en Osimo en las Marcas el 18 de septiembre de 1663, a los 60 años de edad. Los estudiantes lo invocan como benévolo protector en los estudios y en los exámenes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario